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odos los días a los doce de la noche, los vecinos
del Barrio de La Recolección escuchan pasos de encadenados. Son penitentes
fantasmas que quieren librarse de sus culpas.
Cuando los han visto no solo van encadenados sino con capuchones antiguos. Algunos se flagelan. Son animas por las cuales las viejitas dicen hay que rezar.
Verlos atemoriza pero también produce pena y compasión porque a nadie le gustaría estar eternamente encadenado a sus malas acciones.
Una noche en que pasaba la procesión de
cucuruchos Mario un muchacho valiente y aventado, decidió salir a su encuentro,
cuando oyo que se acercaban los penitentes por las viejas calles, vacías a esa
hora, hasta el ambiente estaba frio y nuboso más que de costumbre, pues cuando
vio desfilar los cucuruchos se le erizo la piel, se puso como de gallina, uno
de los cucuruchos salio de la fila y se le acerco, le dijo: -toma,
cuidamelo hasta que refrese por él. Mario no pudo negarse y tomo el cirio que
llevaba el cucurucho, Mario al siguiente día empezó a enfermar, lo peor de todo
era que, los doctores no encontraban del porque estaba enfermo Mario.
Este habia guardado el cirio que le diera el
espectro en un baúl, cuando volvieron a pasar los cucuruchos, Mario salio con
el cirio en la mano listo para entregarselo a su dueño, pero oh sorpresa, el
cirio ya no erea esto, sino era un femur, el espectro al ver el hueso le dijo:
Yo te he dado un cirio y tu me quieres entregar un femur.
De castigo tendras que acompañarme, dicho y hecho,
Mario fue tomado de los brazos que por la enfermedad ya estaban bastante
flacos, le pusieron un cucurucho, le dieron un cirio encendido y paso a formar
parte de la larga fila de los penitentes de la Recolección, esto me lo conto mi
abuilito Julio, dice que sucedio hace muchos años alla por los viejos barrios
de la capital.
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