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ecún Umán fue el último rey del maya-quiché en Guatemala. Lo siguiente
es una narrativa de su batalla final contra los conquistadores españoles, que
tuvo lugar el 20 de Febrero 1524 en las praderas del Pinal. Tecún Umán, el
héroe nacional de Guatemala. Esta foto se encuentra aquí.
El poderoso conquistador español, Don Pedro de Alvarado, llegó cabalgando en su
caballo. Era una figura majestuosa e intimidante, y su caballo, un animal extranjero
en Guatemala, se veía exótico y magnífico. Frente al enemigo, Tecún Umán se
sintió un aleteo de miedo en lo más íntimo de su corazón. En este momento, su
´´nahual´´, un espíritu guardián con la forma de ave quetzal, se posó en su
hombro. El gorjeo melódico del quetzal le dio un poco de consuelo, como si le
dijera: «no estás solo, estaré contigo hasta el final». –Ríndete, Tecún
Umán – gritó Don Pedro–. Tenemos armas mejores y un ejército más fuerte. Hasta
el Dios está de nuestro lado. ¡Ríndete al destino! –No– respondió
Tecún Umán con dignidad–. No creo que los dioses hubieran querido que nos
rindiéramos sin luchar. Entonces empezó la batalla épica de la conquista. Los
mayas no eran rival para los ataques sistemáticos y la tecnología avanzada de
los españoles. Así aunque las indígenas superaban en número a los españoles, la
guerra era una efusión de sangre. De repente, Tecún Umán tuvo un ramalazo de
inspiración. Asumió que el caballo era el ´´nahual´´ de Don Pedro. Así razonó
que si matara al caballo, a Don Pedro se le perdería su espíritu guardián y se
moriría. El caballo estaba a su alcance…. ¡fue la perfecta oportunidad! Clavó
su lanza en el cuerpo del caballo…. El caballo relinchó de dolor y colapsó,
pero Don Pedro no se murió. En este momento Tecún Umán se dio cuenta de que
había hecho un gran error. Los españoles no tenían nahuales: el caballo fue un
animal y nada más. Al momento siguiente, la lanza de Don Pedro le atravesó,
directamente en su corazón. Se sintió un dolor agudo en el pecho, antes de que
todo se desvaneciera en la oscuridad. El quetzal, que volaba por encima de la
escena de la batalla, cayó sobre el cuerpo de Tecún Umán. La sangre fresca del
rey indígena manchó los plumas blancos del quetzal, hasta que tuviera una
mancha roja en el pecho. Se dice que incluso hoy en día, los quetzales se nacen
con el pecho de rojo brillante, como recuerdo del héroe valiente que luchó
contra viento y marea para preservar la dignidad de su gente.
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