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n todo Centroamérica se conoce la leyenda del Mico Brujo. En algunas partes también le dicen la Mona. Decían nuestros
antepasados que había unas mujeres que a las once de la noche se daban tres
volantines para atrás y luego tres para adelante; que esta mujeres tenían un
guacal blanco y que a la última voltereta vomitaban el alma en el guacal. Ya
sin alma, tomaban figura de monos o micos y se dedicaban a hacer diabluras.
Y así, estas brujas, acompañadas de la oscuridad de la noche, se
trepaban a los árboles y tiraban frutas a la gente. Se subían a los techos de
las casas, saltando de un lugar a otro y arrojando pedradas contra las piedras
de la calle. Muchas personas han tratado de agarrar y matar a la mona o al
mico, pero de nada les sirve, pues cuando ya están cerca y creen tenerlo
acorralado se les esfuma como por encanto. También contaban nuestros
antepasados que estas mujeres podían convertirse en chanchas grandes, negras y
llenas de lodo. Apenas veían a la persona señalada, aligeraban su trote y
comenzaban a gruñir. Embestían furiosamente a la persona y le daban trompadas y
mordiscos en las piernas hasta derribarla y hacerle perder el conocimiento. Al
día siguiente, la víctima amanecía molida y mordida, y con los bolsillos
vacíos.
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