jueves, 16 de julio de 2015

JINETE SIN CABEZA

S
antiago Azurdia era un joven común, de complexión más o menos robusta, inteligente, con un don nato de liderazgo, muy poco usual en muchachos de su edad. Pasó su infancia estudiando en una de las dos únicas escuelas de primaria (de la cual, por cierto, su papá era el Director) y luego, como la mayoría de los jóvenes, tuvo que salir del pueblo para poder continuar sus estudios, esto, debido a que la educación media en esa región era escasa o en algunos casos, inexistente.
Al regresar a su pueblo natal después de haber obtenido el título de Bachiller en Ciencias y Letras, se encontró con sus amigos de la infancia, quienes lo pusieron al tanto de todo lo que había pasado. A Marieta, la bonita de la escuela, la mandaron a vivir a la Capital porque era bastante enamorada… resultó que era novia de dos hermanos y de un primo de ellos al mismo tiempo. Rolando y Oswaldo, ya no vivían más en Sumpango: Se marcharon con su papá a la Capital también para mejorar su condición de vida. A René, le compraron una bicicleta y por este hecho, se convirtió en el niño más popular del pueblo. Beto estaba en cama por una infección que le provocó un machetazo que recibió del guardián de un sembradío por robarse un ciento de aguacates y “Chano”, el niño extraño de la escuela, desde la muerte de su madre se convirtió en mendicante y deambula en las calles en un estado de locura permanente.
Todos estos sucesos no dejaron de inquietar a Santiago pues eran situaciones que afectaban a personas que él conoció durante casi toda vida y que eran ya parte de su familia. Pero lo que en realidad lo puso sobre ascuas, fue enterarse de que todos los habitantes de su comunidad no podían salir a la calle después de las ocho de la noche porque corrían un grave peligro; no podían asomarse por la ventana porque eso implicaba correr el riesgo de ser “ganados” por un ente maléfico y tenebroso que recorría todas las noches las calles del pueblo montado en un caballo de tamaño ejemplar. Las personas decían que cada vez que pasaba cerca, se sentía un olor azufrado; el aire corría más fuerte y más frío; los perros ladraban y los gallos cantaban. Era una representación diabólica que venía a robarse las almas de todo aquel que se interpusiera en su camino y que nunca podía ser atrapado.
Este fenómeno sobrenatural era un tanto fantasioso para Santiago, quien toda su vida había buscado una razón lógica para cada uno de los hechos que había experimentado en su corta vida. Era una manifestación inexplicable y muy extraña como para que pudiera ser cierta. Decidió pues, aventurarse a investigar el fenómeno.
Comenzó a indagar a través de sus amigos de la infancia y todos coincidieron en lo mismo: Era un personaje decapitado vestido de negro, que montaba un caballo negro y que recorría las calles del pueblo con su propia cabeza en una mano y con una hoz enorme en la otra. Venía de ultratumba a reclamar almas inocentes y a causar estragos en el ganado y las cosechas.
Estas revelaciones no satisficieron la curiosidad de Santiago y se avocó con el cura del pueblo, quien le explicó que estas almas en pena, son espíritus de personas que en vida no fueron del todo buenas y que están pagando por algunos pecados graves que cometieron. Le contó la historia que circulaba dentro del pueblo. El jinete sin cabeza era el espíritu de uno de los soldados españoles que acompañaron a Don Pedro de Alvarado durante la conquista de Guatemala. Este gendarme, miembro de la tropa conquistadora, traicionó los ideales de los conquistadores creando un nuevo escuadrón de rebeldes al cual él dirigió por mucho tiempo. Al pasar de los años, este personaje se convirtió en una persona demasiado ambiciosa y cometió muchos crímenes horrendos en contra de los nativos de nuestras tierras. Por estas atrocidades, fue atrapado, encarcelado, juzgado y castigado por las autoridades españolas. Fue condenado a ser decapitado frente a todos los nativos para que éstos no tomaran represalias en contra de las tropas españolas. Lo condujeron hacia la plaza central de la población y la condena fue consumada: Le cortaron la cabeza frente a todas las personas que se acercaron a observar la punición. Fue tal la humillación que mientras el verdugo iniciaba la decapitación, juró que iba a vengarse de todos y cada uno de los presentes hasta que no quedara nadie con vida.
Según la historia que el cura le contó a Santiago, el alma de ese soldado español recorría las calles de su pueblo, en busca de los descendientes de las personas que observaron su castigo para cortarles la cabeza, reclamar sus almas y así descansar en paz.

Esto no provocó sosiego alguno en el muchacho; al contrario, se empecinó más en averiguar toda la verdad que circulaba alrededor del infernal espectro. Decidió esperar una noche a que el fantasma del jinete sin cabeza se apareciera frente a sus ojos y así sucedió.

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