jueves, 16 de julio de 2015

LEYENDA DE KUKULCAN (CUCULCÁN)

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sta es la última historia de Leyendas de Guatemala, y fue escrita en la forma de una obra de teatro. Fue agregada a la segunda edición de Leyendas de Guatemala. Los tres escenarios están separados por cortinas de colores que indican el paso del tiempo; los colores de las cortinas (amarillo, rojo y negro) y los cambios de escena siguen el movimiento del sol. Los personajes principales son: Guacamayo, un ave de mil colores, que es engañoso; Cuculcán, una serpiente emplumada; y Chinchinirín, que es el asistente guerrero de Cuculcán. Yaí es otro personaje, una "mujer-flor" que debe ser sacrificada. Guacamayo y Cuculcán se disputan la leyenda del sol, y a sus espaldas, Guacamayo discute con Chinchirín y acusa a Cuculcán de ser una falsificación. En un complot para tomar el lugar de Cuculcán, Guacamayo hace un trato con Yaí, pero Cuculcán es salvado. Al final la luna nace del cuerpo de Chinchinirín mientras trata de alcanzas a Flor Amarilla.
Esta última leyenda es una re-elaboración lúcida de la leyenda Maya de la Serpiente Emplumada para permitir un acercamiento a la cuestión de la identidad como una construcción social. El espejo engañoso que aparece en la historia (que confunde a Guacamayo y Cuculcán acerca de lo que es "real") es una metáfora de un relativismo brutal introducido por Asturias para expresar el carácter dual y complementario de la realidad. Es decir, Asturias presenta la realidad de una identidad como dual, diglósica, y relativa al universo de Cuculcán, y la aplica a la identidad híbrida de la jóven nación Guatemalteca.

MAXIMÓN, SANTO PROTECTOR DEL LAGO

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ntre todas las tradiciones orales que provienen de las culturas indígenas de Guatemala, siempre han prevalecido las historias de Deidades protectoras. Este es el caso de Maximón, el Santo Protector del Lago de Atitlán.  No hay que confundir a Maximón de Santiago Atitlán que tiene raíces tzutuhiles  con San Simón de San Andrés Itzapa Chimaltenango, quien es un santo popular peregrino surgido a finales del siglo XIX. Maximón refleja con su tradición, la cosmovisión maya antigua, representa la fertilidad ancestral prehispánica y simboliza los orígenes mágicos antiguos de las tradiciones y costumbres guatemaltecas. Cuenta la historia, que en Santiago Atitlán hace muchísimo tiempo, existieron unos “atitecos” provenientes del País del Agua, quienes eran capaces de profetizar y adivinar muchas cosas, pero sobre todo, la llegada de las lluvias.  Estos eran seis hombres que poseían poderes sobrenaturales muy extraños y mantenían inquietos a todos los pobladores de la región, quienes creían que eran seres malignos enviados por los españoles para controlar a la población. 

Un día, se unieron para realizar cierto ritual sagrado para controlar el agua y vengarse de quienes habían traicionado a su pueblo y los habían mandado a un exilio forzoso a la tierra de Atitlán. Estos verdugos de los seis hombres eran los colonizadores españoles.  Estando a orillas del lago de Atitlán, realizaron su magia y la recién fundada ciudad de Guatemala asentada en el valle de Almolonga, fue reducida a escombros por una enorme torrentada de agua que estos señores enviaron para cobrar venganza.Desde entonces la paz se respiró nuevamente en la región sololateca de Atitlán, pues los seis señores demostraron que su intención era proteger sus tierras.

Estos hombres, iban muy seguido a la ciudad de Santiago de los Caballeros, hoy Antigua Guatemala ya que el lugar, era el mejor punto para poder comercializar sus cosechas. En uno de esos viajes de trabajo, a uno de los seis hombres le dijeron que su esposa se encontraba en su casa y que mantenía relaciones amorosas con otro hombre. El señor no se inquietó con la  noticia y agradeció la información con un amigable saludo y un trago de ron. El hombre decidió regresar a su casa antes de lo estipulado para poder sorprender a su mujer. Y así fue, al llegar la esposa se sorprendió tanto y le dijo a su enamorado que se escondiera debajo del tapesco. Cuando el esposo de la infiel mujer entró a su casa, le dijo: 

—No te preocupes mujer, así como el creador nos perdona los pecados, así perdono yo la imprudencia que están cometiendo los dos. Diciendo esto, el hombre gracias a sus poderes sobrenaturales pudo darse cuenta que el amante de su esposa estaba escondido debajo del tapesco y le dijo: — ¡Sal amigo! No tengas miedo, que yo te perdono al igual que a mi esposa, ven y acepta esta comida que tengo para ustedes. 

El hombre llevaba en su morral, pan, licor y chocolate para compartir con ellos una cena amistosa. El amante no salía de su escondite, pero ante la insistencia del amigable hombre, por fin salió. Degustó de la comida que amablemente le fue brindada por el hombre mágico y se retiró. Ya cuando iba a algunos pasos de su casa, el hombre salió a gritarle: — ¡No te preocupes amigo, eres libre de venir cuando quieras a mi casa, eres mi amigo y siempre serás bienvenido! Y así terminó el agitado día.

 Pasó el tiempo y todo seguía transcurriendo en su habitual armonía, hasta que un día cuando regresaron los seis hombres de sus acostumbrados viajes comerciales, fueron alertados por todos sus vecinos de que tuvieran cuidado porque sus mujeres, todas, estaban con otros hombres en sus casas. Ellos respondieron:  —Gracias, ya lo sabíamos y esta vez sí vamos a hacer algo. Los seis hombres ya reunidos, pensaron en crear un vigilante para sus tierras y sus mujeres. –Debemos crear un santo, un vigilante que cuide nuestros aposentos mientras nosotros no estamos; debe ser un santo, pero un santo que hable, como los santos de nuestros antepasados lo hacían; y que camine, como los santos de nuestros antepasados lo hacían. 

 – ¿De qué material lo hacemos? ¿De pino? ¿De ciprés? ¿De gravilea? ¡De cedro! El cedro es una madera mágica y perdurable, por eso todos los santos están hechos de cedro. Entonces se dirigieron al cerro Kalshaum,  que no estaba lejos de Santiago y buscaron a un ancestral y robusto árbol de cedro. Cortaron con sus afilados machetes el cedro y con cada machetazo que le daban, rezaban y hacían rituales sagrados mayas.  Hicieron una figura con pies, manos y cuerpo. Lo vistieron y le colocaron una máscara.

Haciendo esto le dijeron: “Serás tú, creación nuestra, quien se quedará aquí y cuidara de nuestras tierras y nuestras mujeres; Caminarás y andarás con nosotros como si fueras uno más”. Desde entonces, se veía caminar a la figura entre la gente a veces como hombre y a veces como una hermosa mujer de pelo rubio que era molestada siempre por los piropos y enamoramientos de los hombres de la comarca. Cuando era mujer y se acostaba con un hombre, éste aparecía muerto al día siguiente o enfermaba hasta morir. 

Cuando era hombre, salía por las noches y seguía a las mujeres que le eran infieles a sus maridos y las castigaba cruelmente con enfermedades incurables o una trágica muerte. Los habitantes de Santiago Atitlán empezaron a darse cuenta de las cosas que hacía la figura y decidieron destruirla cortando la cabeza del palo de cedro, pero nunca pudieron, el santo ya era demasiado poderoso. Después de todo esto para evitar cualquier represaría de la figura, los seis hombres decidieron darle el rostro de Judas y los habitantes lo comenzaron a llamar “Maximón”. Desde ese entonces su día se celebra el miércoles santo y protege las siembras, las cosechas y la pureza del lago.


Protege también a las mujeres fieles y a las infieles las castiga. Se dice que si se le pide el amor de una persona, Maximón se lo  concede. Pero si existe algún acto de infidelidad, castiga cruelmente. Es común que los habitantes de Santiago Atitlán le regalen camisas, como en la antigüedad lo hacían los tzutuhiles. Si la camisa se la regala alguien que esté cometiendo actos de infidelidad, ésta se destruye quedando inservible. Desde su hogar, la cofradía de Santiago Atitlán, Maximón protege a sus habitantes, quienes le realizan a diario cientos de ofrendas.

EL CERRO ENCANTADO DE LA CAMPANA


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egún la tradición oral, los primeros ganaderos del pueblo llegados del oriente de Guatemala, le dieron este nombre por su configuración, o sea, por su forma de campana. Las vacas que se internaban en este cerro enloquecían, por eso, ningún vaquero se atrevía ir por ellas, de modo que, tenían que esperar a que solas retornaran. Cuenta la leyenda que a las doce del mediodía y de la noche, se oía el fuerte y sonoro repicar de una vieja campana.

Ya muy pocos la escuchan porque unos ganaderos le suplicaron a un religioso para que fuera a rezar al lugar, allá por los años distantes de 1910.En 1909, un vaquero, oriundo de Conetas, Chiapas, que había llegado a residir al pueblo legendario de Santa Ana Huista, quiso demostrar su valentía poniendo oídos sordos a los consejos, y un día se internó al cerro a arrearlas. Pasaron horas y no salía. Las vacas que habían internado salieron, más no él. Según las consejas de algunos ancianos del pueblo, el Dueño del Cerro las utilizaba para asustar a la gente. El vaquero que le acompañaba se alarmó y comenzaba a llamarle a gritos, con una voz de inmensa desesperación. El acompañante se atemorizaba de su mismo eco, ya que en ese entonces las montañas eran más frondosas. Estaba ya a punto de ir a avisar sobre lo acontecido, cuando al fin salió el desaparecido. Enmudecido. Sin pronunciar un solo acento. Borracho. Sumamente pálido.

Con la mirada extraña. Con un semblante aterrorizado. Poco tiempo tardó en pie y como árbol caduco, cayó sobre la verde grama. Su compañero no osaba tocarle para auxiliarlo. Sin ningún contacto físico, le llamaba por su nombre. Transcurrieron unos minutos, eternidad para el acompañante. El vaquero, por fin volvió en sí, y miraba fijamente a su acompañante, señalándole y diciéndole: -¿Eres el Cachudo? Si lo eres, te voy a cortar la cabeza con mi machete. Según la leyenda, en el cuerpo del interrogado se deslizaba un miedo inusitado y tan solo respondía un no con la cabeza, pues las palabras no querían hacerse escuchar, por el mismo miedo. Poco tiempo tardó el hechizo del cerro y ambos retornaron a una tranquilidad incompleta.


El vaquero, con voz entrecortada le dijo: “Cuando entré con soga en mano a arrear las vacas, sentí un ambiente extraño, cuando se me apareció un hombre feo que más parecía cabro, entendí que era el Diablo. Todo mi cuerpo se puso helado y ya no me podía mover nada. Me quedé como palo y solo pude oír cuando me dijo que para entrar a los cerros tenía que pedir permiso. Me regañó, y después desapareció. Entonces, comencé a buscar el camino y no lo encontraba: estaba perdido porque no miraba bien, y a como pude, salí”.Narra la leyenda que a partir de ese día, ya nadie se atrevió a internarse en ese cerro.

JINETE SIN CABEZA

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antiago Azurdia era un joven común, de complexión más o menos robusta, inteligente, con un don nato de liderazgo, muy poco usual en muchachos de su edad. Pasó su infancia estudiando en una de las dos únicas escuelas de primaria (de la cual, por cierto, su papá era el Director) y luego, como la mayoría de los jóvenes, tuvo que salir del pueblo para poder continuar sus estudios, esto, debido a que la educación media en esa región era escasa o en algunos casos, inexistente.
Al regresar a su pueblo natal después de haber obtenido el título de Bachiller en Ciencias y Letras, se encontró con sus amigos de la infancia, quienes lo pusieron al tanto de todo lo que había pasado. A Marieta, la bonita de la escuela, la mandaron a vivir a la Capital porque era bastante enamorada… resultó que era novia de dos hermanos y de un primo de ellos al mismo tiempo. Rolando y Oswaldo, ya no vivían más en Sumpango: Se marcharon con su papá a la Capital también para mejorar su condición de vida. A René, le compraron una bicicleta y por este hecho, se convirtió en el niño más popular del pueblo. Beto estaba en cama por una infección que le provocó un machetazo que recibió del guardián de un sembradío por robarse un ciento de aguacates y “Chano”, el niño extraño de la escuela, desde la muerte de su madre se convirtió en mendicante y deambula en las calles en un estado de locura permanente.
Todos estos sucesos no dejaron de inquietar a Santiago pues eran situaciones que afectaban a personas que él conoció durante casi toda vida y que eran ya parte de su familia. Pero lo que en realidad lo puso sobre ascuas, fue enterarse de que todos los habitantes de su comunidad no podían salir a la calle después de las ocho de la noche porque corrían un grave peligro; no podían asomarse por la ventana porque eso implicaba correr el riesgo de ser “ganados” por un ente maléfico y tenebroso que recorría todas las noches las calles del pueblo montado en un caballo de tamaño ejemplar. Las personas decían que cada vez que pasaba cerca, se sentía un olor azufrado; el aire corría más fuerte y más frío; los perros ladraban y los gallos cantaban. Era una representación diabólica que venía a robarse las almas de todo aquel que se interpusiera en su camino y que nunca podía ser atrapado.
Este fenómeno sobrenatural era un tanto fantasioso para Santiago, quien toda su vida había buscado una razón lógica para cada uno de los hechos que había experimentado en su corta vida. Era una manifestación inexplicable y muy extraña como para que pudiera ser cierta. Decidió pues, aventurarse a investigar el fenómeno.
Comenzó a indagar a través de sus amigos de la infancia y todos coincidieron en lo mismo: Era un personaje decapitado vestido de negro, que montaba un caballo negro y que recorría las calles del pueblo con su propia cabeza en una mano y con una hoz enorme en la otra. Venía de ultratumba a reclamar almas inocentes y a causar estragos en el ganado y las cosechas.
Estas revelaciones no satisficieron la curiosidad de Santiago y se avocó con el cura del pueblo, quien le explicó que estas almas en pena, son espíritus de personas que en vida no fueron del todo buenas y que están pagando por algunos pecados graves que cometieron. Le contó la historia que circulaba dentro del pueblo. El jinete sin cabeza era el espíritu de uno de los soldados españoles que acompañaron a Don Pedro de Alvarado durante la conquista de Guatemala. Este gendarme, miembro de la tropa conquistadora, traicionó los ideales de los conquistadores creando un nuevo escuadrón de rebeldes al cual él dirigió por mucho tiempo. Al pasar de los años, este personaje se convirtió en una persona demasiado ambiciosa y cometió muchos crímenes horrendos en contra de los nativos de nuestras tierras. Por estas atrocidades, fue atrapado, encarcelado, juzgado y castigado por las autoridades españolas. Fue condenado a ser decapitado frente a todos los nativos para que éstos no tomaran represalias en contra de las tropas españolas. Lo condujeron hacia la plaza central de la población y la condena fue consumada: Le cortaron la cabeza frente a todas las personas que se acercaron a observar la punición. Fue tal la humillación que mientras el verdugo iniciaba la decapitación, juró que iba a vengarse de todos y cada uno de los presentes hasta que no quedara nadie con vida.
Según la historia que el cura le contó a Santiago, el alma de ese soldado español recorría las calles de su pueblo, en busca de los descendientes de las personas que observaron su castigo para cortarles la cabeza, reclamar sus almas y así descansar en paz.

Esto no provocó sosiego alguno en el muchacho; al contrario, se empecinó más en averiguar toda la verdad que circulaba alrededor del infernal espectro. Decidió esperar una noche a que el fantasma del jinete sin cabeza se apareciera frente a sus ojos y así sucedió.

LA LEYENDA DE TECÚN UMÁN Y SU QUETZAL

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ecún Umán fue el último rey del maya-quiché en Guatemala. Lo siguiente es una narrativa de su batalla final contra los conquistadores españoles, que tuvo lugar el 20 de Febrero 1524 en las praderas del Pinal. Tecún Umán, el héroe nacional de Guatemala. Esta foto se encuentra aquí.  El poderoso conquistador español, Don Pedro de Alvarado, llegó cabalgando en su caballo. Era una figura majestuosa e intimidante, y su caballo, un animal extranjero en Guatemala, se veía exótico y magnífico. Frente al enemigo, Tecún Umán se sintió un aleteo de miedo en lo más íntimo de su corazón. En este momento, su ´´nahual´´, un espíritu guardián con la forma de ave quetzal, se posó en su hombro. El gorjeo melódico del quetzal le dio un poco de consuelo, como si le dijera: «no estás solo, estaré contigo hasta el final».  –Ríndete, Tecún Umán – gritó Don Pedro–. Tenemos armas mejores y un ejército más fuerte. Hasta el Dios está de nuestro lado. ¡Ríndete al destino! –No– respondió Tecún Umán con dignidad–. No creo que los dioses hubieran querido que nos rindiéramos sin luchar. Entonces empezó la batalla épica de la conquista. Los mayas no eran rival para los ataques sistemáticos y la tecnología avanzada de los españoles. Así aunque las indígenas superaban en número a los españoles, la guerra era una efusión de sangre. De repente, Tecún Umán tuvo un ramalazo de inspiración. Asumió que el caballo era el ´´nahual´´ de Don Pedro. Así razonó que si matara al caballo, a Don Pedro se le perdería su espíritu guardián y se moriría. El caballo estaba a su alcance…. ¡fue la perfecta oportunidad! Clavó su lanza en el cuerpo del caballo…. El caballo relinchó de dolor y colapsó, pero Don Pedro no se murió. En este momento Tecún Umán se dio cuenta de que había hecho un gran error. Los españoles no tenían nahuales: el caballo fue un animal y nada más. Al momento siguiente, la lanza de Don Pedro le atravesó, directamente en su corazón. Se sintió un dolor agudo en el pecho, antes de que todo se desvaneciera en la oscuridad. El quetzal, que volaba por encima de la escena de la batalla, cayó sobre el cuerpo de Tecún Umán. La sangre fresca del rey indígena manchó los plumas blancos del quetzal, hasta que tuviera una mancha roja en el pecho. Se dice que incluso hoy en día, los quetzales se nacen con el pecho de rojo brillante, como recuerdo del héroe valiente que luchó contra viento y marea para preservar la dignidad de su gente. 

LA LEYENDA DE LA SEGUA

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ay varias leyendas de la Segua. Una de ellas cuenta que es una joven muy linda, que persigue a los hombres mujeriegos para castigarlos. Se aparece de pronto en el camino pidiendo que el jinete la lleve en su caballo, pues va para el pueblo más cercano. Y dicen que ningún hombre se resiste a su ruego. Hay quienes le ofrecen la delantera de la montura y otros la llevan a la polca. Para ella es lo mismo. Pero a medio camino, si va adelante vuelve la cabeza y si va atrás hace que el jinete la vuelva. Entonces aquella hermosa mujer ya no es ella. Su cara es como la calavera de un caballo, sus ojos echan fuego y enseña unos dientes muy grandes, al mismo tiempo que se sujeta como un fierro al jinete. Y el caballo, como si se diera cuenta de lo que lleva encima, arranca a correr como loco, sin que nada lo pueda detener. Otras leyendas cuentan que las Seguas son varias. Y no faltan ancianos que aseguren que cuando ellos eran jóvenes atraparon a una Segua. Pero que una vez atrapada y echa prisionera se les murió de vergüenza. Y que al día siguiente no encontraron el cadáver, sino solamente un montón de hojas de guarumo, mechas de cabuya y cáscaras de plátano.

LOS PENITENTES DE LA RECOLECCIÓN

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odos los días a los doce de la noche, los vecinos del Barrio de La Recolección escuchan pasos de encadenados. Son penitentes fantasmas que quieren librarse de sus culpas. 

Cuando los han visto no solo van encadenados sino con capuchones antiguos. Algunos se flagelan. Son animas por las cuales las viejitas dicen hay que rezar. 
Verlos atemoriza pero también produce pena y compasión porque a nadie le gustaría estar eternamente encadenado a sus malas acciones.

Una noche en que pasaba la procesión de cucuruchos Mario un muchacho valiente y aventado, decidió salir a su encuentro, cuando oyo que se acercaban los penitentes por las viejas calles, vacías a esa hora, hasta el ambiente estaba frio y nuboso más que de costumbre, pues cuando vio desfilar los cucuruchos se le erizo la piel, se puso como de gallina, uno de los cucuruchos salio de la fila y se le acerco, le dijo:  -toma, cuidamelo hasta que refrese por él. Mario no pudo negarse y tomo el cirio que llevaba el cucurucho, Mario al siguiente día empezó a enfermar, lo peor de todo era que, los doctores no encontraban del porque estaba enfermo Mario.

Este habia guardado el cirio que le diera el espectro en un baúl, cuando volvieron a pasar los cucuruchos, Mario salio con el cirio en la mano listo para entregarselo a su dueño, pero oh sorpresa, el cirio ya no erea esto, sino era un femur, el espectro al ver el hueso le dijo: Yo te he dado un cirio y tu me quieres entregar un femur.


De castigo tendras que acompañarme, dicho y hecho, Mario fue tomado de los brazos que por la enfermedad ya estaban bastante flacos, le pusieron un cucurucho, le dieron un cirio encendido y paso a formar parte de la larga fila de los penitentes de la Recolección, esto me lo conto mi abuilito Julio, dice que sucedio hace muchos años alla por los viejos barrios de la capital.